El gran miércoles: John Milius y Dennis Aaberg.
The fisbone Project. 2014.
Los expertos dicen que las obras de culto son aquellas que nos transforman de alguna manera. Suelen ser polémicas, difíciles de etiquetar y están llenas de imperfecciones, aunque construyen comunidades emocionales a su alrededor. El gran miércoles cumple todos estos requisitos. Seguro que has visto varias de las escenas, recuerdas el cartel o a alguno de los personajes (sale hasta el actor de Freddy Krueger) de esta novela-guión escrita para ser llevada cine que se ha revalorizado con el paso de los años.
Fue un fracaso comercial que ni siquiera gustó a los surfistas; la consideraron demasiado cursi en su momento. Es cierto que los protagonistas son tan icónicos que a ratos rozan el cliché, pero esto permite a sus autores una cantidad ingente de guiños y referencias al amplio universo del surf. Además, es una de las primeras películas de ficción donde vemos a verdaderos surfistas en olas reales y en las que aparecen increíbles tomas aéreas para los medios de la época.
Como bien sabe la gente de The Fishbone Project, la editorial de esta particular edición, es mucho más probable que hayas visto la película a que hayas leído el libro. Por eso han decidido ponerlo a tu disposición con una portada tan deslumbrante como esa acuarela de Josep María Jodar. La narración de película y novela coinciden en casi todo, aunque con la versión impresa tienes la oportunidad de revivir esta historia, ya clásica, con un texto muy rico en matices y descripciones de todo lo que configuró la esencia del surf en Malibú en los 60. La peli es mucho más pop mientras que el libro es más oscuro. Las palabras alcanzan mayor profundidad que las imágenes al reflejar los pensamientos de los surfistas, pero también por la potencia del subtexto y abundantes anotaciones que explican con precisión la jerga del océano. En ambas versiones aparece Gerry López aunque aquí los papeles se invierten. Las palabras se quedan cortas frente a la maravilla que supone ver surfear a Mr. Pipeline en 16 mm.
Escrita y rodada en 1978, narra las aventuras de Matt, Jack y Leroy, tres amigos que hacen fiestas de las gordas, duermen en la playa y persiguen chicas entre sesiones de olas que les convierten en héroes locales mientras escuchan las historias de Bear, un viejo surfista que les hablará una y otra vez de ese Gran Miércoles en que olas enormes como muros cubrirán el horizonte. Mientras llega el día, ven cómo se les escapan entre los dedos los mejores años de juventud y lo que para ellos fue su época dorada poniendo a prueba su amistad. Vamos, que se hacen mayores.
Divididas en 3 partes que son 3 veranos diferentes, tanto la novela como la película reflejan todos los pasos que llevan a la madurez sin que se apague la esperanza de que aparezca esa marejada mitológica que tanto aguardamos, así como el carácter efímero del surf:
«—¿Qué quieres decir? Esos tipos están tan enganchados que surfearán toda la vida—Replico Denny.
Bear cogió las tijeras oxidadas y las tiró sobre el banco de trabajo. La tabla ya estaba envuelta en fibra de vidrio.
—Nadie surfea para siempre— dijo.
—Los dos amigos se miraron el uno al otro, desconcertados. Observaron a Bear mientras iba hacia una pila de cubos y empezaba a abrir una lata de resina.
—Tú todavía lo haces, ¿no, Bear? — preguntó Denny.
—Solo cuando es necesario».
Su iconografía, tan particular como reconocible, ha sido referente para generaciones de surfistas. Historias locales plagadas de épica casi medieval de cuando los protagonistas fueron los reyes, o como se comenta en el jugoso prólogo del libro, «La aristocracia de la destreza». Jerarquía, respeto, leyendas y relato fundacional. De aquellas no había federaciones, ni se sacaba a hombros a los ganadores de los campeonatos como si fueran toreros. Todo era salvaje, los surfistas dormían en coches destartalados y no en autocaravanas de suelo radiante. Aún no se viajaba demasiado en busca de olas así que, los locales se nos presentan como abusones de buen corazón practicando una violencia que es parte del rito iniciático, del peaje de la madurez. El paso de niño a adulto, ese es el verdadero tema de la novela y la película.
La reflexión de Sally, novia de uno de los protagonistas, recién llegada de Chicago a California, lo expresa mejor que nadie:
«—Allí ser joven era algo que tenías que hacer antes de crecer. Aquí, bueno… Aquí lo es todo».
Una de las cosas que más me ha sorprendido al revisarla es que en la década de 1960 los surfistas sienten que el surf se está masificando y se va a volver impracticable: «Los Beach Boys se pusieron de moda con Le´ts go surfing now, everybody´s learning now, y de repente es como si se hubieran abierto las compuertas. Las nuevas autopistas facilitaban el acceso a la playa a los chicos de interior, así que todos se compraron tablas de surf y se dirigieron a The Point en masa». Así se sentían ya por aquél entonces…
En sus páginas finales, el libro ofrece unos QRs repletos de suculenta información acerca de esta obra legendaria. Cameos, referencias posteriores y algunos datos biográficos de sus dos autores (otro rasgo muy poco frecuente en una novela).
Aquí es muy difícil decidir si el libro es mejor que la peli porque son distintos estados de una misma cosa: se escribió la novela a modo de guión planeando el rodaje de la película. Un clásico que transmite en sus páginas la frescura de la juventud y la intensidad de las olas escrito por nada menos que John Millius —guionista junto a Coppola de Apocalypse Now— y Dennis Aaberg, local de Malibú. Su carácter de obra de culto germinal, el paso del tiempo y la nostalgia se han encargado de mantener su relevancia y su aura hasta nuestros días.
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Hugo Clemente @hgclmnt